Colombia lanza la primera iniciativa para proteger a los polinizadores

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Según registros, el país cuenta con 251 especies de polinizadores, la mayoría de ellas son insectos.

 

 

Muchas plantas dependen por completo de los murciélagos, ya que dejan semillas en sus heces durante los vuelos, lo que facilita su dispersión y germinación.
Foto: Guillermo Ossa / Archivo EL TIEMPO

 

El banano, el cacao, la palma de aceite, el café, el mango, el chontaduro, el aguacate, la papaya, la guayaba o la guanábana; todas estas plantas y frutos que comemos dependen, de una u otra manera, de polinizadores para su sostenimiento y producción. Sin embargo, pese al importante papel que juegan, Colombia no contaba con una política robusta que se preocupase por el estudio, la conservación, el monitoreo y los planes de gestión alrededor de estos animales; hasta hoy.

En el Día internacional de la diversidad biológica, el Ministerio de Ambiente, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) y el Instituto Humboldt presentan la primera Iniciativa colombiana de polinizadores en la historia. Esto significa que el país reconoce la polinización como un servicio ecosistémico estratégico para garantizar la nutrición de los ciudadanos.

El documento tiene varios objetivos: generar conocimiento sobre la distribución y biología de las especies polinizadoras; mantener, asegurar y restaurar hábitats para los polinizadores a través de buenas prácticas y de la promoción de la conservación de ecosistemas naturales; generar mayor conciencia social sobre su importancia; y, tal vez lo más importante, incorporar toda esta información dentro de los instrumentos de política pública y normativas.

“Frente a los vacíos de información que tenemos, esto nos abre un abanico de oportunidades para la toma de decisiones más acertadas. Un sistema de información así nos podría ayudar a determinar en qué regiones del país hay un declive de polinizadores y qué acciones deberíamos implementar”, le dice a EL TIEMPO Rodrigo Moreno, investigador de Asuntos Internacionales, Política y Cooperación del Humboldt.

Para el experto, esta falta de datos no está relacionada con una “desidia o inoperancia por parte del Estado”, sino porque en la última década se ha constituido un nuevo discurso en torno a los polinizadores. “Hemos entendido su importancia y ahora podemos subsanar esos cuellos de botella”, comenta.

Los polinizadores en Colombia

Los polinizadores no son solo las abejas y las mariposas, aunque se lleven todas las miradas. Muchos vertebrados como murciélagos y mamíferos no voladores (algunos monos, roedores, ardillas, olingos y cusumbos) y aves (colibríes y loros) también son fundamentales. Sin ellos, la humanidad perdería uno de cada tres bocados de comida que consume.

Y es que solamente después de la polinización las plantas pueden producir semillas (frijol, maní, avellana, ajonjolí) y frutas, que además de hojas (lechuga), flores (coliflor y brócoli), tallos (como la caña de azúcar) y raíces (rábanos y zanahorias) son esenciales para alimentar a una población que crece rápidamente en condiciones climáticas extremas. “De tal manera que mantener la diversidad de plantas y polinizadores también significa mantener la diversidad de alimento de consumo humano”, señala la FAO.

De acuerdo con la información que existe hasta la fecha, y que hace parte del Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SIB), existen 264.332 registros biológicos de polinizadores en el país que representan 251 especies: 24 de aves, 223 de insectos y 4 de murciélagos. De estas, una especie es exótica, 15 son objeto de comercio y tres están en categoría de amenaza Vulnerable.

La tángara azulada, el azulejo de palmeras, el colibrí amaziliael carpintero habado y el colibrí chillón son los polinizadores con más registros hasta la fecha. En cuanto a la distribución geográfica, absolutamente todos los departamentos cuentan con polinizadores, especialmente en las regiones Andina y Caribe. Sin embargo, Valle del Cauca, Antioquia, Caldas, Cundinamarca y Risaralda lideran la lista.

Si no los llevamos a escenarios específicos, se quedan en instrumentos académicos y científicos de papel.

La iniciativa nace a partir de “una necesidad de respuesta urgente luego de que en los últimos cinco años se presentara un síndrome de colapso de las abejas”, explica Moreno. “El uso indiscriminado e irracional de plaguicidas en la agricultura, la extensión de monocultivos que someten a los polinizadores a una monodieta (la misma flor y el mismo néctar) que las lleva a un desbalance nutricional; eso significa que además de contaminadas están desnutridas, con desgastes energéticos muy fuertes para intentar conseguir una oferta floral diferente”, señala.

Para él, esta política es una mirada innovadora para trabajar transversalmente entre los sectores, pues “no es suficiente con avanzar en estos ejes de trabajo si al final no se incorporan en la política pública y se vuelven vinculantes. Si no los llevamos a escenarios específicos, se quedan en instrumentos académicos y científicos de papel

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